domingo, 18 de noviembre de 2012


Puerta de Hierro, un hospital con mucho músculo.

El pasado lunes estuve en el hospital Puerta de hierro de Majadahonda. Entré tranquila, según las instrucciones tenía que subir al segundo piso y buscar un extraño número de consulta, pero no parecía complicado… ¡ilusa! Lo primero que encontré fue un enorme vestíbulo con floristería a la izquierda, y gente sentada, y alelada, mirando una pantalla, tuve la extraña sensación de que me había equivocado, aquéllo comercial. Me dirigí hacia la izquierda, a la deriva, sin saber muy bien hacia donde me encaminaba. Pregunté, me dijeron que tenía que coger un ascensor, lo cogí, y fui a parar donde no era, un médico me indicó la dirección correcta, tenía que volver al ascensor, bajar y seguir otro itinerario. Lo intenté. Subí unas escaleras mecánicas y pasé por una cafetería de lo más fina, decididamente me había equivocado, estaba en la terminal de un aeropuerto, volví a preguntar, seguí las instrucciones y… nada, otro tiro por la culata. Otro médico de lo más amable, compadecido, me llevó hasta la misma puerta de mi destino, supongo que le parecí una especie de Wendy en el hospital del los viejos perdidos. Le pregunté qué genio había diseñado tremendo hospital, divino de la muerte para la paz y el sosiego de los enfermos y respondió sonriente: alguien que no es médico. Antes de entrar, por fin, al quirófano tuve que meter mi ropa en una taquilla de supermercado e introducir un euro en la ranura. Ese hospital huele a dinero, mucho dinero, el que pusimos los contribuyentes para su construcción, y el que se están llevando crudo los privados que ahora lo gestionan, les imagino haciendo balance: A ver, que ha sido hoy… cuatrocientos mil de biopsias, doscientos mil de escayolas, un millón de extirpaciones varias… y del resultado me quitas el 20% para quien tú y toda España sabe. Salí con agujetas, pero contenta, al menos ese día no tenía que hacer pilates. Ahora, que más contentos estaban los gestores del monstruo, dos kilómetros más allá aún se oían sus carcajadas. 

lunes, 9 de julio de 2012

Desde la terraza


Primer día. Fumo un cigarrillo en la terraza y cuento tres banderas rojas y amarillas pegadas en el edificio de enfrente, doy un calada al pitillo y me giro hacia las torres de Chamartín, cubiertas por una sucia bruma de la que espero no ser culpable, ya que un tiempo acá que cada vez que enciendo un cigarro me siento responsable de todos los males que en el mundo acontecen.
Varios días después, las banderas han aumentado de forma pasmosa, todos los edificios que alcanza mi vista lucen banderas en sus balcones y terrazas a discreción. Caigo en la cuenta de que la selección española ganó un partido no sé cuándo, y me tranquilizo, no es un ataque de patriotismo radical, no, se debe al deporte nacional, ese del que tanto disfruta el poder que emana del pueblo y para el pueblo, y cuanto más disfruta el pueblo viendo correr a una panda de millonetis por un campo verde, más tranquilo está el poder porque su pueblo disfruta.
Pasan dos o tres días más, es difícil llevar la cuenta cuando tu trabajo es tan monótono y mal pagado que procuras pasar de puntillas por el calendario para no caer en la desesperación. Salgo de nuevo a la terraza y verifico que el patriotismo ha crecido exponencial y desmesuradamente, igual son términos redundantes, pero como soy una obrera sin estudios tengo disculpa, no como otros...
Ahora las banderas, banderolas y banderines de España, comprados en los chinos, además de ondear en las terrazas lo hacen en los coches, en las farolas, en las camisetas, e incluso en los rostros de la gente… que debe haberse vuelto loca. No encuentro otra explicación, ya que cuanto más se entusiasman ellos, más ganan los directivos, los jugadores, las novias de los jugadores, uno que pasaba por allí, el político de turno que pasa unos días relajado más feliz que una perdiz…
Pues bien amigos, mientras el pueblo se entusiasma por sucesos tan pequeños, encuentro en la esquina de una revista de ocio un pequeño comentario que llama mi atención y me produce escalofríos, ya que mientras lo pequeño se magnifica, y se repite, y está en todos los medios y conversaciones, lo grande se hace cada vez más pequeño se abarata, se malvende y se arrincona: En un mercado de Madrid, se ha inaugurado un comercio que vende los libros al peso, más concretamente, a 10€ el kilo ¿Cuánto pesa la novela “el Idiota” de Dostoievski?, por nombrar un clásico,  pongamos que 200 gramos, pues por 2€ lo tienes, cuesta lo mismo que un café con porras. Sí ya se que el café con porras está muy bueno, pero amigos, leer a Dostoievski te hace más inteligente, y encima no engorda.
CONTINUARÁ.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Herencia recibida


Hace días que pienso en lo poco que tarda un ministro, presidente de comunidad autónoma, o de vecinos , secretario, subsecretario, alcalde, funcionario afín, o gobernante supremo de los españoles todos, cuando le hacen una entrevista, pronuncia un discurso, o cena con los amigotes en pronunciar las frasecillas: “situación heredada” “herencia recibida” o similar. Algunos lo dicen a boca llena, otros carraspean antes, los más hacen una pausa para que el votante digiera y  metabolice bien quién tiene la culpa de lo que está pasando, que en cualquier caso no es el que habla, sino los otros. El otro día, al despertar, fue lo primero que escuché en la radio, al sr Guindos intercalar en su discurso la frase “situación heredada” con una suavidad y un soslayo dignos de encomio. Aunque no estoy segura de si era el sr Guindos o el sr Montoro, los confundo, creo tienen los apellidos cambiados, ya que Montoro tiene aspecto de duendecillo verde del bosque, y de apellidarse Guindos y Guindos tiene planta y porte de ser un Montero de los de toda la vida… y de primo Zumosol del barrio.

Y yo me pregunto Quién es el guapo que no vive una situación heredada, quien no vive en sus carnes las herencias recibidas. Yo misma, sin ir más lejos, en una familia de chatos fui a heredar las napias de la tita Aurelia, pero al fin y al cabo no tuve posibilidad de elegir, nací con ella y punto ¿mi vida habría sido distinta si tuviera la naricilla pequeñita y graciosa de mamá? Una no se pregunta esas cosas, apenca con lo que le toca y punto.
Pues ellos no, ellos se matan por entrar en el gobierno, que una piensa… con lo mal que está todo ¿Cómo les apetece? Pues les encanta, no hay más que verles la cara de estreñimiento pertinaz cuando pierden, pero en la victoria, si las cosas salen bien, méritos propios, si salen mal, quebrantos ajenos… y tan frescos
Me gustaría, mucho, que cuando termine la legislatura, y pierdan, y comiencen a cobrar la sustanciosa pensión que les queda, y por añadido entren a formar parte del consejo de administración de una multinacional, se acuerden del motivo por el cual están más forrados que el camello de una estrella del rock, y se pongan de rodillas y nos den las gracias, a todos nosotros… por la herencia recibida.

martes, 17 de abril de 2012

Ofertas laborales y otras patrañas del Estado del Malestar.



Para buscar trabajo en la actualidad hay que entrenarse a fondo. Como si fueras a correr una maratón por la ribera del amazonas con las manos atadas a la espalda y un puñado de garrapatas enraizadas en las corvas chupándote cuarto de litro de sangre en cada zancada. Para empezar, creo que es mi deber notificar a quien pueda interesar que el 99,99 % de las promesas de una oferta laboral en internet es… mentira podrida.

Ejemplos verdaderos… por estas

Jornada laboral completa: Sólo dos de las veinte empresas que la ofrecían eran ciertas, alguna rizó el rizo y de 40 horas pasaron a 25 que posteriormente quedaron en 24,50.

Sueldo: Algunas, en el colmo de la indefinición, ofertan entre 0 y 9999 € anuales, otros, más concretos, tras los dos puntos de: se ofrece, en un ataque de sinceridad, seguramente freudiano dejan un espacio alarmantemente vacío. Pero lo más común es que figure un sueldo que será de 10000 € - 14999 € Brutos  anuales, éste último salario en concreto fue reduciéndose a lo largo de una charla cual increíble hombre menguante hasta bajar a los 525 € mensuales y brutos, por 25 horas semanales, una anotación al dorso: el abono transporte para acudir a semejante bicoca puede costar hasta 80€ así que hagan ustedes la cuenta, que los parados ya padecemos bastantes crisis nerviosas. Cuando pregunté el motivo de semejante tocata y fuga del convenio el entrevistador dio tantas vueltas para explicarlo que marchó con las garrapatas de las corvas anteriormente mencionadas y todavía lo están buscando.

Formación. De todas las trolas que se cuentan en una oferta laboral este apartado bate todos los records de cinismo. Un porcentaje altísimo de los anuncios indican que la formación será a cargo de la empresa mentira. Ni una sola de las entrevistas respondía a esa expectativa. Lo habitual es que la formación sea de tres días a jornada completa, aunque el trabajo sea de media jornada, selectiva y no remunerada. Tendrán que pasar años para que se me pase la inquina que les he cogido a esas cuatro palabritas. Diré que en una de esas entrevistas, colectivas,  se nos indicó que con objeto de ahorrarnos dinero nos ofrecían el office, el bocata, la litrona y el pañuelo con cuatro nudos lo poníamos nosotros. Por si alguno de esos caritativos empresarios lee esto: el gasto ya lo hacemos, en tiempo y dinero, al desplazarnos a la formación. ¡Ay! Agujeros tengo en la lengua de tanto morderla.

Aclaración. Las entrevistas son ahora colectivas porque pueden seleccionar más de cien personas, de las que treinta harán la formación, quince se incorporarán al trabajo, de los que tras el período de prueba quedarán dos. Es digna de estudio la afición que le han cogido los empresarios actuales a preparar a todos los trabajadores de España cuando saben que la maratón obrero-selectiva se verá reducida a un porcentaje mínimo de incorporaciones reales… ¡Ah! ¡Qué tonta! Si es que ellos sí cobran esos cursos

jueves, 2 de febrero de 2012

TRABAJO FICCIÓN


El conductor tiene mala cara. No contesta a mi saludo, como hace cada día, y parece distraído. Son las seis treinta de la mañana y solo tres pasajeros bostezan en la parte trasera del autobús, a prudencial distancia unos de otros, como si temieran contagiarse de la plaga de mal humor que asola el país. Me acoplo en el primer asiento y no tardo en quedarme dormida.

Un violento frenazo hace que mi corazón se reubique en la garganta. Miro al conductor y me atrevo a preguntarle, pese a su expresión furibunda, si le ocurre algo. Mueve negativamente la cabeza, pero a los diez minutos, cuando ya estoy a punto de dormirme de nuevo, sale de su boca una catarata de improperios dirigidos a todo lo que se mueve, dice que mañana termina su contrato y no sabe si pasado mañana estará haciendo cola en la oficina del INEM o firmando papeles para la renovación de un nuevo micro-contrato basura de mierda, que son unos cabrones de la misma mierda sin sentimientos ni… interrumpo la verborrea para preguntarle si no tiene derecho a recibir la prestación por desempleo y una carcajada estrepitosa hace vibrar la voluminosa barriga del sujeto, sus ojos desaparecen entre sus mofletes y las pobladas cejas y los nudillos, aferrados al volante, se ponen más blancos que sueca en invierno. Estoy a punto de tener un ataque de ansiedad, es imposible que un ser humano pueda concentrarse en el tráfico con tremenda excitación nerviosa.

Poco a poco deja de temblar, y cuando ya se vislumbran los ojos bajo las cejas contesta a la pregunta. No señora, no tengo derecho a paro, ni a que se me respete como ser humano, ni a nada, me contratan mes a mes, con suerte, y otras en meses alternos, a veces pienso que por diversión, les gusta ver como me descompongo con la tensión, mi casa es una olla de grillos, mi mujer se está quedando en los huesos porque no puede comer y yo me como lo que me toca y lo que ella deja, de pura ansiedad, mire como me estoy poniendo, que antes hacía deporte siempre que tenía tiempo libre y ahora no tengo ganas de ná, más que de morirme…

No se que contestarle y a punto estoy de decirle que mi trabajo tampoco es como para tirar cohetes… pero me callo, menos mal, porque enseguida reparo en que aún siendo mala mi situación laboral la suya es peor, y eso es lo triste, que en estos tiempos es imprudente quejarse, porque quien te escucha puede estar peor que tú, que ya estás jodida.

jueves, 19 de enero de 2012

NOTICIAS

Últimas noticias del mundo laboral…

… De las que no aparecen en los periódicos, ni en la radio ni la televisión: Me comentan que una empresa multinacional sumida en el oscuro mundo de un ERE, ha suprimido la asistencia al médico, sea de familia o especialista, se insta a los empleados a que demoren catarros, dolores de cabeza, o infartos varios hasta que se queden de patitas en la calle o tengan un intermedio “ERÉTICO”, valga el hereje palabro. No me dicen el nombre de la empresa porque últimamente en el mundo laboral se manejan mucho los silencios, el miedo, la sospecha y la traición, pero a lo largo de la conversación, y con mucho cuidadito, sonsaco que la empresa se dedica al sector del automóvil.

También tengo noticias de que las pausas laborales estipuladas por convenio, cinco minutos cada hora como descanso de pantalla (ordenador) y quince para tomar un café, o respirar, o desbeber. En los últimos años el tiempo ha ido disminuyendo hasta convertirse en el increíble descanso menguante digno de una película de la Hamer. Pero la forma de hacerle el salto de la rana al convenio no ha sido tan tosca como la que contaba en la primera entrada de este blog, no, son mucho más sutiles, han hecho un gazpacho con los cinco minutos por hora y los quince del café, los han juntado y te dan a elegir, o te coges los cinco minutos a la hora, cuando te toquen, y si no pueden dejar el trabajo en ese momento ¡ah se siente! o te quedas con los 15 minutos del café. No me digáis que no son unos genios capaces de reinventar las matemáticas. Estas reducciones vienen produciéndose hace un par de años, y sé quienes son, conozco más de una empresa que lo hace, pero no lo voy a decir, sí, es miedo, sí, soy una cobarde, pero estoy jugándome la (próxima) vejez, entre triste o miserable, y sí, escojo triste. Prácticamente ya tienen lo que querían: trabajadores ameba.

domingo, 15 de enero de 2012

Jefes invisibles.

Barcelona 1980. Tras varias entrevistas fallidas encuentro trabajo en un restaurante italiano próximo a la pensión en que me hospedaba. Un tipo apático me contrata para una suplencia de dos meses. Nunca había trabajado en hostelería y jamás olvidaré mi primer día. El jefe desaparece tras cantarme cuatro normas y me quedo sola, el restaurante se llena de repente y me tiemblan hasta las pestañas. Los platos se amontonaban en el Office y yo no acertaba ni una: sirvo tortellini al que pidió lasaña, milanesas al que pedía pizza y pan al que no había pedido nada, en el ir y venir corriendo de un lado a otro derramo la ensalada sobre el delantal del cocinero, que a esas alturas tenía la cara más verde que un cogollo de Tudela, y para completar el desastre regalé, involuntariamente, una ronda de cervezas a un grupo de guiris.
Cuando estaba a punto de cumplirse el primer mes apareció al fin, el jefe. Me costó reconocerle después de un mes. Venía solo para darme el finiquito, de palabra, ya que se abstuvo de colaborar con mi vida laboral, de ese trabajo solo queda un rastro: en mi memoria.

Es cierto que aquél fue un caso puntual ya que los jefes solían estar muy presentes, e incluso con tendencia omnipotente en la mayoría de los casos.

No como ahora que por lo general no sabes ni quienes son, que podría ser un alivio, pero no.

Tras la bicoca de una formación selectiva y no remunerada, subvencionada por algún ente europeo que no conoces, pero que pagas con tus impuestos, pierdes tres días o una semana en hacer que aprendes cosas que ya sabes, por el módico precio de un abono-transporte a tu cargo y a fondo perdido. La suerte está en manos del RRHH por lo que procuras caerles simpática sin perder la dignidad. Si atinas con el tono no pierdes la inversión y entras a formar parte de una legión de subcontratados por subcontrata que a su vez subcontrató una parte contratante que no sabes muy bien quien es y más te vale, a veces, no seguir tirando del hilo, no vaya a salir el tampón, perdón, tapón, que tapa trabajos que apestan.

No sabes exactamente quien te está pagando el jornal, solo conoces a un par de intermediarios que te piden rendimiento excelente x sueldo miserable = a frustración perpetua. Operación tan exacta como la prueba del nueve.

Pero no me quejo, comprendo que te dan lo que pueden, lo poco que tú produces tiene que repartirse entre tantos… aunque a veces, solo a veces, me siento como un modesto manojo de acelgas marchitado de mano en mano de intermediario, y si al menos el sobo fuera… placentero, pero no.

lunes, 2 de enero de 2012

Se busca jefe.

Allá por el año
1975 recién elegida representante sindical, y vertical, en el primer simulacro
de elecciones sindicales en este país, llamado España, me presenté ante mi jefe
con el estatuto de los trabajadores en la mano, subrayado con furia el artículo
que indicaba que la jornada laboral, legal, era de 40 horas semanales, nosotras
trabajábamos 45 y las “aprendizas” también
la mañana del sábado echaban unas horillas extras, no remuneradas, para limpiar el taller, con lo que a las pobres
niñas, que habíamos sido todas se nos ponía la semana en 48 o 49 horas
semanales. Me miró como si tuviera delante a la imbécil del siglo, o sea, como
siempre, y respondió con esa frase tan española: “ yo me paso el estatuto de
los trabajadores por aquí” y con un gesto igualmente carpetovetónico-español, señalándose
la entrepierna o arco de triunfo jalonada por los atributos masculinos que
solía tocarse con frecuencia e insistencia a lo largo de la mañana, dicho sea
de paso.
Mi primer jefe.