jueves, 19 de enero de 2012

NOTICIAS

Últimas noticias del mundo laboral…

… De las que no aparecen en los periódicos, ni en la radio ni la televisión: Me comentan que una empresa multinacional sumida en el oscuro mundo de un ERE, ha suprimido la asistencia al médico, sea de familia o especialista, se insta a los empleados a que demoren catarros, dolores de cabeza, o infartos varios hasta que se queden de patitas en la calle o tengan un intermedio “ERÉTICO”, valga el hereje palabro. No me dicen el nombre de la empresa porque últimamente en el mundo laboral se manejan mucho los silencios, el miedo, la sospecha y la traición, pero a lo largo de la conversación, y con mucho cuidadito, sonsaco que la empresa se dedica al sector del automóvil.

También tengo noticias de que las pausas laborales estipuladas por convenio, cinco minutos cada hora como descanso de pantalla (ordenador) y quince para tomar un café, o respirar, o desbeber. En los últimos años el tiempo ha ido disminuyendo hasta convertirse en el increíble descanso menguante digno de una película de la Hamer. Pero la forma de hacerle el salto de la rana al convenio no ha sido tan tosca como la que contaba en la primera entrada de este blog, no, son mucho más sutiles, han hecho un gazpacho con los cinco minutos por hora y los quince del café, los han juntado y te dan a elegir, o te coges los cinco minutos a la hora, cuando te toquen, y si no pueden dejar el trabajo en ese momento ¡ah se siente! o te quedas con los 15 minutos del café. No me digáis que no son unos genios capaces de reinventar las matemáticas. Estas reducciones vienen produciéndose hace un par de años, y sé quienes son, conozco más de una empresa que lo hace, pero no lo voy a decir, sí, es miedo, sí, soy una cobarde, pero estoy jugándome la (próxima) vejez, entre triste o miserable, y sí, escojo triste. Prácticamente ya tienen lo que querían: trabajadores ameba.

domingo, 15 de enero de 2012

Jefes invisibles.

Barcelona 1980. Tras varias entrevistas fallidas encuentro trabajo en un restaurante italiano próximo a la pensión en que me hospedaba. Un tipo apático me contrata para una suplencia de dos meses. Nunca había trabajado en hostelería y jamás olvidaré mi primer día. El jefe desaparece tras cantarme cuatro normas y me quedo sola, el restaurante se llena de repente y me tiemblan hasta las pestañas. Los platos se amontonaban en el Office y yo no acertaba ni una: sirvo tortellini al que pidió lasaña, milanesas al que pedía pizza y pan al que no había pedido nada, en el ir y venir corriendo de un lado a otro derramo la ensalada sobre el delantal del cocinero, que a esas alturas tenía la cara más verde que un cogollo de Tudela, y para completar el desastre regalé, involuntariamente, una ronda de cervezas a un grupo de guiris.
Cuando estaba a punto de cumplirse el primer mes apareció al fin, el jefe. Me costó reconocerle después de un mes. Venía solo para darme el finiquito, de palabra, ya que se abstuvo de colaborar con mi vida laboral, de ese trabajo solo queda un rastro: en mi memoria.

Es cierto que aquél fue un caso puntual ya que los jefes solían estar muy presentes, e incluso con tendencia omnipotente en la mayoría de los casos.

No como ahora que por lo general no sabes ni quienes son, que podría ser un alivio, pero no.

Tras la bicoca de una formación selectiva y no remunerada, subvencionada por algún ente europeo que no conoces, pero que pagas con tus impuestos, pierdes tres días o una semana en hacer que aprendes cosas que ya sabes, por el módico precio de un abono-transporte a tu cargo y a fondo perdido. La suerte está en manos del RRHH por lo que procuras caerles simpática sin perder la dignidad. Si atinas con el tono no pierdes la inversión y entras a formar parte de una legión de subcontratados por subcontrata que a su vez subcontrató una parte contratante que no sabes muy bien quien es y más te vale, a veces, no seguir tirando del hilo, no vaya a salir el tampón, perdón, tapón, que tapa trabajos que apestan.

No sabes exactamente quien te está pagando el jornal, solo conoces a un par de intermediarios que te piden rendimiento excelente x sueldo miserable = a frustración perpetua. Operación tan exacta como la prueba del nueve.

Pero no me quejo, comprendo que te dan lo que pueden, lo poco que tú produces tiene que repartirse entre tantos… aunque a veces, solo a veces, me siento como un modesto manojo de acelgas marchitado de mano en mano de intermediario, y si al menos el sobo fuera… placentero, pero no.

lunes, 2 de enero de 2012

Se busca jefe.

Allá por el año
1975 recién elegida representante sindical, y vertical, en el primer simulacro
de elecciones sindicales en este país, llamado España, me presenté ante mi jefe
con el estatuto de los trabajadores en la mano, subrayado con furia el artículo
que indicaba que la jornada laboral, legal, era de 40 horas semanales, nosotras
trabajábamos 45 y las “aprendizas” también
la mañana del sábado echaban unas horillas extras, no remuneradas, para limpiar el taller, con lo que a las pobres
niñas, que habíamos sido todas se nos ponía la semana en 48 o 49 horas
semanales. Me miró como si tuviera delante a la imbécil del siglo, o sea, como
siempre, y respondió con esa frase tan española: “ yo me paso el estatuto de
los trabajadores por aquí” y con un gesto igualmente carpetovetónico-español, señalándose
la entrepierna o arco de triunfo jalonada por los atributos masculinos que
solía tocarse con frecuencia e insistencia a lo largo de la mañana, dicho sea
de paso.
Mi primer jefe.